Cotidiano

Las cosa sigue igual por aquí, hay algo de divino en la cotidianidad. Los pajaritos siguen cantando insistentes, el patio está lleno de parchos amarillos por la orina del perro, la poca grama que ha crecido sobrevive a orrilas de los parchos como los guerrilleros de cualquier revolución, con lucha y dificilmente. Las cebollas están creciendo y asoman sus cabecitas amarillas sobre la tierra para emocionarme mucho. Ahora sólo sobrevive una de las matas de rosas, está llena de capullitos rosados, parecen niños envueltos como en los calendarios de Anne Geddes. Al final del patio hay un banco de hierro pintado de verde y amarillo, al lado de éste hay un macetero vacío con la esperanza de que alguien le plante alguna idea. Parece que "el patio de mi casa" no es tan particular.

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