Mis dedos son rascacielos, los uso para escribir, para rascarme, para aguantar mi cabeza dormilona. Soñé una historia en la palma de mis manos, diversa interminable.
El silencio es un gato entre las patas de una silla de madera, se mueve con facilidad, lentamente, seguro de donde va. El gato araña las paredes, hace un hueco que deja entrar la luz tenue. La luz es un Samurái, es un verso libre armado hasta a los dientes.
Es una "Fefita" sin cadenas, libre e independiente. LLeva los años entre las tetas al igual que las papeletas. Renace bajo uñas acrílicas, encumbra sus esperanzas en tacones de charol. La viejeva es un sol arrendado sobre el amor. Es presa del vituperio de ojitos conceptuosos. continúa...