sussy santana

Tres veces envenenada los ojos llenos de ajonjolí, hacer una limpia que le redima la piel pecadora, impuesta sabrosa. Hierve hojas milagrosas, golpea la casa con una varita de guandules, hereda una oración que le salva de la policía, de los fantasmas y del mal de ojo. Tres veces olvidada.

Un cuento se amortaja cada día. Un cuento infantil, adolescente, viejo. Cada vida es un género literario. Un cuento súbito duerme sobre sus pestañas y se esfuma cuando cierra los ojos. El final es siempre un asalto a la afición. Un cuento que es una plaga un sol y una luna. Un cuento de óbito se escucha frecuentemente. El final es siempre consecuencia de la entrada.

Una explosión de escarcha detrás de sus ojos atraviesa invisible unos ojos ajenos. Un segundo dual se multiplica a diario. La flecha inaugura enlaces de fines alternativos, no siempre divinos aunque casi siempre necesarios. La flecha es un diario de voz homóloga. Un reto habitual de amartelamiento, incubadora de sentimientos, necesaria habitante del viento.

Es un cartucho variable, proyector de cariño. El avión es la alegría del barrio. Un cuento múltiple, rebatidor de compromisos. El avión quema soba guaya hebillas consuela noblemente El avión catedrática amiga feliz de la vida...

El viralata coge freco debajo de un carro público. El muffler tiene gripe, lo espanta. La ciudad es un útero, lo añoña. El cielo está fermentado, lo asusta. El perro es una deidad urbana, deglutador de sueños callejeros, defensor de Canillitas. El viralata es un filántropo testigo afásico de la maldad. Vasallo del viento que sueño.